UNA HISTORIA DE GRACIA
Pero, cuando llegó el día señalado por Dios, él envió a su Hijo, que nació de una mujer y se sometió a la ley de los judíos. Dios lo envió para liberar a todos los que teníamos que obedecer la ley, y luego nos adoptó como hijos suyos. Gálatas 4:4-5
Siempre es gratificante escuchar a padres, familiares y amigos narrar las historias del nacimiento de un nuevo ser. Por muchos niños que nazcan en una familia, cada nacimiento tiene una historia muy particular y cada nacimiento en esta tierra (independientemente del contexto) tiene un propósito eterno. El salmista en el Salmo 139 habla sobre el detallado cuidado que el Padre tiene sobre todo ser concebido. “Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre…Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.”
El Apóstol Pablo en su carta a los Gálatas trae a memoria la historia del nacimiento de nuestro señor Jesucristo. Ningún otro nacimiento como éste. Similar en todo a los nacimientos de cualquier ser humano en la tierra por el milagro de la encarnación que describe Juan en su evangelio “Se hizo carne y habitó entre nosotros”. Pero único en su propósito: “redimir a los que estábamos bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos”. Esta expresión puede sonar “hueca” hasta que no entendemos nuestra condición original de esclavos y nuestra nueva condición de hijos luego de que Dios enviara a Jesús.
Esta cita nos describe una hermosa “Historia de Gracia” que comienza a escribirse en favor de nosotros desde antes de la fundación del mundo. Tiene su momento cumbre el día que Jesús nació de una mujer, trayendo consigo nuestra libertad de la esclavitud del pecado a la cual nos sometimos voluntariamente desde la caída del hombre. Como garantía de ésta libertad nos “envió al Espíritu de su Hijo a nuestro corazón.” Es por este Espíritu que con confianza podemos llamarle “papá, querido Papá” mientras esperamos el final glorioso de la herencia que nos prometió.
¡Este es El Evangelio! La revelación de esta historia. Al recibirla por fe deja de sonar “hueca” y nos muestra que “Dios decidió de antemano adoptarnos como miembros de su familia al acercarnos a sí mismo por medio de Jesucristo. Eso es precisamente lo que él quería hacer, y le dio gran gusto hacerlo. Efesios 1:5 NTV”
Mi oración es que este año, más que la ilusión de las tradiciones navideñas, recordemos la razón inicial de la celebración. “De manera que alabemos a Dios por la abundante gracia que derramó sobre nosotros, los que pertenecemos a su Hijo amado.” Efesios 1:6NTV