PREDICANDO UN EVANGELIO QUE NO REGRESA VACÍO
La Palabra de Dios hablada y escrita se compara con la lluvia y la nieve en que tiene una misión. Cada una de sus palabras tiene un propósito y un destino en relación con la salvación del hombre.
La verdad que se da a conocer en el Evangelio es el instrumento para cumplir el objetivo de salvar al mundo. Y todo individuo convertido es a su vez un agente de conversión para los demás.
Como el poder de la naturaleza que se perpetúa a sí mismo, así en la operación de la gracia de Dios el hombre se convierte, no solo para que pueda disfrutar de su propia salvación, sino para que pueda ser el medio de salvación para otros. Un impulso interior lo mueve a buscar ese resultado. La Palabra de Dios en el corazón no es sólo pan para el que come, sino semilla para el sembrador.
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Atmósfera evangelística a tiempo y fuera de tiempo
Estamos viviendo en los tiempos finales. En los capítulos 2 y 3 de 2da de Timoteo nos describe al hombre de “los postreros días” y ya son evidentes estas características en el hombre de hoy. Hay mucho orgullo, inmoralidad, vanidad y la tendencia en buscar más placer y menos de Dios. Se suma a esta conducta la aparición de falsos maestros que no comunican la sana enseñanza, sino que solo le dicen al hombre lo que quiere escuchar.
En ese contexto que proyectaba el apóstol Pablo, él instruye a su hijo en la fe a predicar la palabra de Dios “con urgencia”. Y en obediencia a la Palabra de Dios, la iglesia de estos tiempos y las nuevas generaciones de creyentes están llamados a cumplir con la misma instrucción.
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ARREPENTIMIENTO Y FE COMO RESPUESTA AL EVANGELIO
Una vez que activamos el Evangelio como Poder de Dios esperamos ver los efectos de transformación en las personas. El milagro de la salvación, la obra de regeneración y renovación del Espíritu Santo. ¿Cuál sería entonces la primera reacción de que algo sobrenatural está ocurriendo en el receptor de este mensaje de poder? A través de la Biblia observamos diferentes respuestas. Pero sólo una es la fórmula para la constante de salvación. Arrepentimiento y fe
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EL PRIMERO Y ULTIMO PENSAMIENTO DEL PADRE
Con este pensamiento de Dios se despiden los escritos del Antiguo Testamento, con el deseo de familias reconciliadas y afinadas a la lealtad a Dios. Tardarían cuatro siglos en volverse a ver inspiración divina escrita; serían los evangelios y todos los escritos del Nuevo Testamento.
La primera intención de expandir el conocimiento de Dios a todos los habitantes de la tierra la recibe Abraham de parte de Jehová. Toda etnia, todo reino, todas las familias podrían ser alcanzadas con el plan de salvación y su inclusión en las promesas de Dios: Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. Génesis 12:3
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Las Buenas Nuevas. Poder de Dios en acción para salvar.
Una de las confusiones más comunes en nuestro entorno pentecostal es la de creer que el Espíritu Santo es un/el poder. Esta definición es superficial porque el Espíritu Santo es Dios. Cuando leemos el libro de los Hechos se dice que el Espíritu Santo es la promesa del Padre. Un Consolador que nos guiará a toda verdad. Uno que habla en su nombre, y que nos mantiene conectados con la atmosfera de la comunión divina.
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Jesús: Protagonista de las buenas noticias
La buena noticia (el evangelio) es precisamente el anuncio de la obra de Jesús en la tierra, que tuvo su momento cumbre con su muerte en la cruz y su resurrección. Todo lo que somos y hacemos debería apuntar a Jesús quien es el que nos permite una vida y un destino diferente. Hay por los menos tres elementos que Jesús transformó y que componen “la buena noticia” para hoy si decidimos recibirle y creerle.
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